Sobrevivir en un piso compartido en Alemania

Cuando planeas vivir en Alemania como estudiante, una de las principales metas es ahorrar, por eso muchos optan por un piso compartido. Sin embargo, eso puede acarrear algunos inconvenientes en la convivencia. Aquí te comparto algunas de mis anécdotas relacionadas para que las tengas en cuenta.

Mentalidad de Convivencia

¿Mentalidad cuadrada o Circular? Esta etiqueta se usa para definir nuestra actitud y en Alemania no es una excepción. En este país he escuchado a muchas personas definirse como de mentalidad cuadrada o circular.

Una persona con mentalidad cuadrada tiene parámetros establecidos en su vida. Estos parámetros no se deben, ni se pueden ni quieren variar, ya que cambiar los parámetros rompería con la comodidad y la repetición de su estilo de vida. Por otro lado, una persona con mentalidad circular vive en constante cambio, valorando no solo un sentido de la vida.

En mi caso, trato de tener ambas mentalidades, aunque tiendo más hacia la mentalidad circular, pues siempre tengo curiosidad por nuevas experiencias. Esto me lleva a un problema que muchos tendrán a la hora de vivir en un piso compartido en Alemania: integrarse al estilo de vida de alguien o luchar contra la imposición del otro.

No se trata de ponerse en los zapatos del otro, sino de que muchas personas disfrutan quejarse, a veces por motivos razonables y otras por motivos no tan razonables. Así que antes de caer en la tentación de quejarse, es importante pensar en si estamos siendo respetuosos con el estilo de vida de los demás.

Las quejas usuales

La queja de los chocolates: ¿Alguna vez has vivido en un piso compartido en Alemania? Si la respuesta es sí, entonces seguramente conocerás la regla de la cocina: todo lo que se deja en la mesa sin nombre, está destinado a ser compartido. Así fue como me encontré con un calendario navideño de chocolate, el cual, tradicionalmente, se debe comer uno por día.

Yo, obviamente, tomé alguno de los chocolates de un día al azar. La semana siguiente, la persona que dejó el calendario nos dio una cátedra a todos los del piso (5 personas), sobre la importancia de respetar la cultura y las tradiciones del país. Extrañamente, yo era el único extranjero, así que todos los ojos estaban puestos en mí. ¡Espero que nunca te encuentres en una situación similar!

La queja de las botellas: “¿Las botellas de vino en la esquina de la cocina son tuyas?”, esto preguntó un compañero de piso, obviamente respondí que no y, una vez que se aclaró el asunto, dejó el tema ahí. Sin embargo, al día siguiente, esta misma persona puso las botellas sobre mi espacio en la cocina. Le envié un mensaje por Whatsapp para aclarar el asunto y puse las botellas en su lugar. Esta situación me dejó muy incomodo y también confundido.

La queja de hablar español en el pasillo: una vez un vecino y yo nos vimos enfrentados a una situación contradictoria. Una persona se quejó de que hablábamos alto en los pasillos y que lo hacíamos en español (después de almorzar par ser exacto). Sin embargo, esta misma persona hacía lo mismo con sus visitas, pero en alemán. Esto me dejó muy sorprendido, ya que para mí no es relevante el idioma que se hable. Sin embargo, no me quejé, ya que el motivo era demasiado trivial. Esta experiencia me hizo reflexionar sobre la importancia de la tolerancia, independientemente del idioma o la conversación que se tenga.

La anécdota del olor a comida en la cocina: Un día, mi roomy se quejó de que siempre que cocinaba, la cocina olía a comida. Como solución, decidí dejar la ventana abierta por 10 minutos después de cocinar. Sin embargo, tras unos días, mi roomy volvió a quejarse diciendo que ahora la cocina estaba demasiado fría. Ante esta situación, decidí no prestarle más atención, pues me pareció una cadena de quejas interminable. Creo que la única solución es no volver a cocinar.

Muchas veces, la vida nos presenta situaciones en las que nos sentimos atrapados, como cuando nuestras acciones incomodan a alguien. Aunque a veces nos sentimos culpables por esto, también hay situaciones en las que sentimos que las quejas son exageradas o “ridículas”. Sin embargo, afortunadamente siempre hay un compañero de piso que te entiende y te ayuda a pasar por situaciones difíciles. Por lo tanto, es importante recordar que siempre hay alguien que te comprende y te apoya.

No es personal

Vivir en un piso compartido en Alemania fue una experiencia que nunca olvidaré. Al principio me resultó un poco difícil acostumbrarme, especialmente a las costumbres de la cultura alemana de ser honestos y directos con sus opiniones. Durante mi estancia, aprendí que quejarse no es necesariamente una señal de antipatía, sino un medio para expresar lo que uno siente.

Esto me resultaba un poco confuso, ya que un día tu vecino te gritaba por no cerrar la ventana, y al otro te invitaba a una fiesta. Pero con el tiempo entendí que esto no era personal, sino simplemente una parte normal de la cultura alemana.

Sin embargo, a pesar de estos momentos difíciles, extraño mucho la convivencia que tuve en mi piso compartido. Cuando miro hacia atrás, entiendo que me aportó mucho, y que me ayudó a aprender a valorar la diversidad y a respetar los gustos y opiniones de los demás.

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