Foto tomada en Asta Kneipe en Rosenheim Alemania

Bingo e Historias de Acoso

Recientemente, asistí a una reunión de latinos en Alemania donde jugamos al bingo. Curiosamente, fui el único hombre presente en el grupo. Durante nuestra conversación, surgió el tema del acoso que habían sufrido las chicas. En este post, me gustaría compartir algunas de sus anécdotas y cómo ellas lograron hacerle frente.

Motivación del Post

Durante nuestra reunión en el bar, un hombre, que calculo que rondaba los cincuenta años, se acercó a dos chicas de nuestro grupo. A pesar de que el no parecía tener malas intenciones, su comportamiento resultó un tanto sospechoso ya que invadió el espacio personal de las chicas y las observó de forma intimidante. La situación se prolongó por un largo rato, lo que hizo que las chicas se sintieran incómodas y se alejaran del individuo.

Sin embargo, el tipo no se dio por vencido y se acercó a ellas desde otra dirección. Si bien es debatible si es apropiado o no observar y ser observado, es indiscutible el derecho de cada persona a expresar su descontento. Y una de las chicas lo hizo enérgicamente, pero él no pareció afectado. De hecho, recriminó a nuestra amiga diciendo que él tenía mucho dinero y que ella se estaba perdiendo de algo bueno.

Al reflexionar sobre el incidente al día siguiente, me di cuenta de que habría sido mucho más efectivo pedir ayuda al personal del bar o a la seguridad del lugar. Ellos están capacitados para manejar situaciones difíciles y lidiar con personas que puedan estar ebrias o alteradas. Además, pregunté a las demás si habían vivido situaciones similares en Alemania, y así fue como comenzaron a compartir sus experiencias.

El Taxi compartido

Después de una noche divertida, Pilar salió apresurada del bar con los primeros rayos del sol. Extrañamente, un hombre se le acercó y, al momento de subir al taxi, le pidió compartirlo, argumentando que ambos iban a la estación central. Tal vez debido a la diversión de la noche anterior y al consumo de alcohol, o quizás por el cansancio o la persuasión del hombre, Pilar aceptó.

Una vez en marcha, y tal como si se tratara de una película de terror, el extraño sacó algo de su bolsillo y comenzó a esnifarlo, ofreciendo a Pilar que hiciera lo mismo. Muy nerviosa, Pilar rechazó la propuesta y deseó llegar pronto a su destino. Al llegar a la estación, el hombre empezó a seguirla hasta la puerta de salida del tren, pero afortunadamente apareció un controlador.

Pilar podría haber pensado que esto sería el fin de todo, pero el extraño manifestó que era un exrecluso y que no debía pagar por el billete, añadiendo que, si el controlador no estaba de acuerdo, podría llamar a la policía. Y así, sin más, el controlador se fue.

El extraño se acercó de nuevo a Pilar, pero antes de que pudiera decir algo más, ella mencionó que prefería estar sola, ya que su novio la esperaba y no le gustaría que la viera con él. De esta manera, el extraño abandonó el lugar. Según Pilar, debió haber hecho esto desde el principio.

El Acechador

Una noche, después de un evento, Susan se dirigía apresuradamente hacia la parada del tranvía. Aparentemente, el camino era un poco largo y debido a la hora tardía, las calles parecían estar vacías. Sin embargo, notó que alguien la seguía. Aunque podría haber sido solo su imaginación, aquel extraño parecía estar siguiendo sus pasos.

Susan aumentó la velocidad y, para su sorpresa, el hombre detrás de ella también lo hizo. Afortunadamente, llegó pronto a la parada y abordó rápidamente el tranvía. Sin embargo, el hombre no subió. Aunque podría haber sido solo su imaginación, quedarse para averiguarlo claramente no habría sido recomendable.

Por teléfono no

Un poco afligida, Ana compartió lo difícil que se sentía en su trabajo debido a la presencia de un hombre mayor que inicialmente mostró interés en ella y fue rechazado. Este hombre no solo era notablemente mayor que ella, sino que también estaba casado. A pesar de que Ana fue clara en su rechazo, sigue recibiendo llamadas constantes de este individuo, al parecer mostrando aún su interés por ella.

En ese momento, no se me ocurrió otra cosa más que aconsejarle que acudiera a la policía o que respondiera de manera grosera. Sin embargo, en mi opinión, hay una solución más precisa y sencilla: Ana debería contactar a la esposa del hombre y presentar pruebas. Esta podría ser la solución definitiva, ¿no crees? O ¿Qué opinas tú?

¿Yo que hice?

Después de dar un sorbo a su cerveza, Rita mencionó que había estado en una situación muy inverosímil. Resulta que, en una fiesta, un hombre se acercó a ella de manera muy respetuosa y amable para entablar una conversación. Él hizo preguntas casuales sobre su nombre, país de origen y trabajo en Alemania. La conversación comenzó y terminó de manera fluida.

Sin embargo, la buena impresión que Rita tenía del hombre se desvaneció rápidamente cuando llegó una chica, al parecer la novia del tipo, que comenzó a insultarla descontroladamente. Rita solo pudo mirar al amable hombre que había estado hablando con ella, como pidiendo alguna explicación, pero él parecía encontrar la situación divertida. La discusión se tornó cada vez más acalorada y la novia del hombre se acercó para iniciar una pelea. Afortunadamente, los de seguridad llegaron y las separaron.

Según Rita, ella no entendía cómo todo había comenzado. En su opinión, deberían haber priorizado el diálogo y la complicidad femenina en lugar de entrar en conflicto por alguien que claramente solo buscaba divertirse. Al final, Rita no entendió qué pudo haber hecho para verse envuelta en tremenda confusión.

Nosotros también

Después de sentirme más cómodo, decidí compartir mi experiencia de acoso, ya que este no solo afecta a las mujeres. Durante mi viaje como mochilero en solitario por Italia, tenía en mi itinerario visitar el castillo de Brescia. Recuerdo haber tenido alrededor de 3 kilómetros de camino por delante hasta el castillo, pero tuve la suerte, o eso creía yo, de que un amable anciano comenzó una conversación amistosa en el parque donde decidí descansar un momento.

En ese instante, ignoré mi intuición que me decía que tenía que irme pronto. Antes de que pudiera despedirme, el anciano amablemente me ofreció llevarme en su auto hasta el castillo, y muy tontamente, acepté su oferta.

Durante el camino, el anciano me contó que era jubilado y que solía trabajar conduciendo camiones entre Italia y Alemania. Llegamos pronto al castillo, pero antes de que pudiera darme cuenta, colocó su mano en mi pierna y me invitó a su casa para tomar algo. Inmediatamente, le dije que no gracias y salí del auto corriendo tan rápido como pude.

Una vez en el castillo, noté que su auto seguía estacionado afuera por un tiempo prolongado hasta que finalmente se fue. No sabía qué pensar, pero por suerte finalmente confié en mi instinto y escapé de la situación. Podría haber sido peor, ¿Quién sabe?, pero desde entonces, cuando viajo, no confío en nadie por más amable que parezca.

Conclusión

El tema del acoso como extranjero es, sin duda, delicado y debe ser abordado con cautela. Además de las situaciones que parecen sacadas de una película de terror, también existe la posibilidad de encontrarse con personas con habilidades sociales limitadas. Por lo tanto, es importante buscar formas de salir de situaciones incómodas. Por otro lado, vivir con miedo al acecho tampoco tiene sentido. Aquella noche, a pesar de una situación incómoda, terminó siendo amena y divertida.

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