¿Y si la noche nos alcanza lejos de casa?

Últimamente en Europa se habla mucho de preparar un kit de emergencia para 72 horas. En este artículo exploro desde mi experiencia, si estoy preparado para hacer algo más que escribir en mi blog para sobrevivir ante una posible crisis mundial.

DISCLAIMER

Este post no es un manual de supervivencia ni te aseguro que te ayudará a salvar tu vida. Simplemente plantearé situaciones hipotéticas, exploraré posibles soluciones y compartiré experiencias propias y ajenas relacionadas con el tema. Y ¿Por qué no?, con un toque de humor también.

SIN COMUNICACIÓN

Si lo pensamos un momento, desde que el internet se volvió tendencia, los medios de comunicación tradicionales han ido perdiendo protagonismo. Hoy en día, casi todo se gestiona desde una aplicación. Pero ¿qué harías si, de pronto, te quedaras sin señal de teléfono ni internet?

Esa misma pregunta se hizo mi padre cuando era soldado durante el conflicto armado en Perú. En aquella época, aunque no existía internet, la comunicación por radio o teléfono era vital para la supervivencia. Un día, toda comunicación se cortó, y él, junto a su batallón, tuvo que decidir la ruta para regresar a la base.

Por suerte, mi padre tenía una radio de frecuencia AM a pilas que lo acompañaba en sus noches de vigilia. Aquella noche, en una transmisión, anunciaron que el puente por donde pasarían al día siguiente había sido destruido. Sin embargo, el encargado del batallón ignoró la advertencia y realizaron el recorrido en vano. Así que, quizá, tener una radio a pilas no sea una mala idea, así como el saber si la información es o no confiable.

SIN COCINA

Uno de los recuerdos más entrañables de mi infancia es, sin duda, el de mis visitas a la casa de la Mími, mi abuela. Aunque su casa era humilde, siempre fue un lugar acogedor, donde nunca faltaban su deliciosa comida, leche de vaca recién ordeñada y abundante fruta fresca.

Hoy, ya como adulto aficionado a la cocina, no dejo de asombrarme al recordar que la Mími cocinó gran parte de su vida con leña. A diferencia de una cocina moderna, donde puedes regular la intensidad del fuego con solo girar una perilla, ella tenía que dominar el arte de encender y mantener una llama viva, a veces sin mechero ni fósforos, algo que me sigue pareciendo increíble.

Y para no ir muy lejos, también me enteré de que ella y mi abuelo solían ir al río: mientras él atrapaba camarones con la mano desnuda, ella improvisaba una hornilla con madera y piedras para cocinar arroz. Al final, compartían un día de picnic, sin herramientas sofisticadas, pero con mucho ingenio y cariño.

COMBATIENDO EL FRIO

Si los inviernos en Alemania ya te parecen una locura, ¿te imaginas pasar una noche sin calefacción con 14 grados bajo cero? Eso fue exactamente lo que me ocurrió una vez, en el primer piso compartido al que me mudé. Era época de vacaciones de invierno y, para colmo, me encontraba completamente solo en casa.

Esa noche, por más que estaba en la cama con doble pantalón y abrigo, no lograba entrar en calor. Desesperado, traté de idear alguna solución. Rebuscando en el tacho de basura encontré una botella de plástico vacía, la llené con agua caliente y la metí en la cama como si fuera una bolsa térmica. Además, me coloqué papel periódico debajo de la camiseta para conservar algo de calor corporal, algo que escuché que personas sintecho hacían en las noches frías de Lima.

Al día siguiente, al despertar, las ventanas de mi habitación estaban completamente empañadas. Por suerte, durante la tarde la calefacción volvió a funcionar. Con el tiempo, aprendí incluso a improvisar un calefactor casero usando una vela y un macetero, les recomiendo buscarlo en internet, ¡porque de verdad funciona!

PANICO Y REACCIÓN

En el colegio, durante los simulacros de sismo, nos repetían una y otra vez que lo primero que hay que hacer durante un terremoto es guardar la calma y luego buscar un lugar seguro. En alguna ocasión también nos dijeron: “Lo más peligroso no son los desastres naturales, sino la gente con pánico”. Muchos años después lo comprobé por mí mismo.

Era un verano con lluvias intensas en mi natal Arequipa. Aquel día acompañé a mi tía y a mi prima al terminal de buses, cuando de pronto una mujer en pánico gritó: “¡Huaico, huaico!”. Eso significaba que el río se había desbordado y traía consigo una enorme cantidad de tierra, basura y todo lo que encontraba a su paso.

De pronto, una muchedumbre comenzó a correr hacia nosotros. Mi tía se había quedado bloqueada en una esquina, mientras yo divisaba unas gradas como posible lugar seguro. Por otro lado, mi prima estaba paralizada, viendo cómo se acercaba la estampida. No procesé muy bien lo que pasaba hasta que, sin pensarlo, salté a cubrirla con el cuerpo. Sentí cómo varias personas me pisaban la espalda mientras luchaba por ponerme de pie.

Cuando todo pasó, logré llevar a mi tía y a mi prima hasta el segundo piso del terminal, que ya estaba repleto de gente. Luego emprendí mi salida hacia la zona más alejada que pude encontrar. No fue hasta que llegué a una tienda, donde sonaba música tranquila, que me di cuenta de lo lejos que había llegado. Compré una Coca-Cola y regresé a buscarlas.

Y ahora que lo pienso… ¿Tú qué hubieras hecho?

FE Y PEREGRINAGE

Durante una larga huelga de transportistas en Arequipa, en medio de una época turbulenta para la familia, mi madre, viendo cómo el dinero se iba agotando, decidió tener fe. Caminó cerca de 8 kilómetros para llegar a su peluquería e intentar ganar, aunque sea un poco de dinero.

Ya entrada la noche, mi madre aún no regresaba. Fue entonces cuando me tocó a mí tener fe. Fe en que regresaría sana y salva. Fe en que no tendría que recorrer sola, a oscuras, esos 8 kilómetros de vuelta a casa.

Finalmente, mi madre llegó cerca de las 11 de la noche. Por suerte, en el camino encontró un camión de carga que le dio un aventón hasta un punto cercano a nuestra casa. Aquel día no pudo ganar nada de dinero, pero yo estaba feliz de que hubiera regresado.

Ese día me hice una promesa: cuidar siempre de mi madre. Una promesa que hasta el día de hoy mantengo con el corazón. Porque salir hacia lo desconocido, sin seguridad y por necesidad, también es un acto de coraje. ¿Y tú? ¿Qué habrías hecho?

CONCLUSIÓN

Definitivamente, mis memorias —y también mi imaginación— han volado al ver las noticias sobre una posible crisis mundial. Aunque he vivido y presenciado algunas experiencias bastante extremas, sinceramente espero no tener que revivirlas.

Por otro lado, hay un elemento que indudablemente no aparece en los manuales ni en los kits de emergencia: el factor suerte. Porque, a veces, por muy preparado que uno esté, también hace falta un poco de eso. Así que, mientras tanto, solo queda mantener la calma, tener fe… y desear que todo salga bien.

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2 comentarios en “¿Y si la noche nos alcanza lejos de casa?”

  1. Antje Baecker

    Hola Alejandro, ¿cómo estás? En estos días nos haces recordar lo más importante en la vida… Es tener la familia cerca. Para muchos – aquellos que han crecido en paz – no pueden imaginarse que hay otra realidad. Cuanta gente que pasan a nuestro lado cada día, habrán perdido a su familia: a sus padres, hijos, esposos, abuelos? Cuando estamos solos en el mundo, nos damos cuenta de lo importantes que es la familia pero tambien los amigos – aunque sea uno mas mas, uno que te cuida que siempre está.

    Pero sabes qué me gusta tambien mucho de tu ensayo? Que recuerdas las sabidurías de tu mamá, tu papá y tus abuelos. Como jóvenes, a veces nos cuesta escuchar sus relatos de la juventud. Pero llega el momento en que lo recordamos, y de repente nos encontramos en un momento en el que nos gustaría darles las gracias… pero ya no podemos.
    Entonces nos damos cuenta de lo que nos contaban es la historia de uno, de nuestros raíces. Contienen una sabiduría que nos protege y es por parte lo que nosotros transmitiremos, lo que tu haces con este ensayo. Gracias por compartir

    1. Hola Antje😊

      Muchísimas gracias por tus palabras tan sentidas. Me llegó muy profundo lo que escribiste. Es verdad… cuando estamos lejos de casa, todo lo esencial se vuelve más claro: la familia, los amigos de verdad, los recuerdos que antes parecían simples anécdotas y ahora son parte de lo que nos sostiene.

      Me alegra mucho que te haya tocado lo que compartí en el post. Escribirlo me removió bastante, pero también me ayudó a reconectar con todo eso que a veces se nos escapa en el día a día. Como bien dices, llega un momento en el que uno daría cualquier cosa por volver a agradecer a quienes ya no están, o simplemente volver a escucharlos contar sus historias.

      Gracias por leerme y por tomarte el tiempo de escribirme esto tan bonito. Te mando un abrazo grande, y que nunca nos falten esas personas (aunque sea una más más, como dices tú) que están cuando más se necesita.